El tiempo siguió y con él
aprendimos a vivir según marcaban las circunstancias.
Nos despedimos de las fiestas, las noches de bares, las salidas sin
rumbo, las caminatas... y dimos paso a la tranquilidad, disfrutar el
tiempo en casa, las visitas de familiares y amigos, las horas de
descanso en cama, los maratones de películas...
Seguimos las pautas médicas, las pruebas, las visitas asiduas a
urgencias por diferentes "problemillas" que aparecían...
A pesar de
que no lo parezca, dentro de esta tranquilidad, este fue un tiempo de
euforia; euforia porque los resultados de las pruebas demostraban que
la medicación del ensayo clínico funcionaba (POR FIN!) llegando,
incluso, a eliminar algunos nódulos.
Así pasamos unos meses, pero llego el día en que los resultados dejaron
de ser tan alentadores y de nuevo, la enfermedad, empezó a avanzar hasta
que , definitivamente, la mediación ya no podía luchar contra ella.
Desde el primer día sabíamos, pues nos lo dejaron bien claro, que este
momento llegaría. La medicación era un paliativo, no una cura y como tal
tenia una duración finita, la media eran seis meses, pero había
personas a las que les hacia efecto dos semanas u otras, como Raul, que
superaban la media.
Con el tiempo no necesitábamos conocer los resultados de las pruebas, la
enfermedad avanzaba de nuevo y Raúl lo notaba. Sin necesidad de scaner,
tac, ni demás maquinas.
De nuevo el foco de molestia fue el estomago, donde le encontraron una
infección que intentaron sanar a base de drenajes ya que la intervención
quirúrgica era realmente arriesgada.
finalmente, cuando la infección comenzó a extenderse a los pulmones,
Raul y el equipo medico decidieron que no quedaba mas remedio que
operar.
Por segunda vez Raúl entraba al quirófano y por segunda vez a
enfrentarse a una operación complicada.
Dibujo de Rafael Machio, primo de Raul